Añoro Italia. Nunca he ido, al menos no en esta vida. Pero igual la añoro. Me encanta la exuberante
afectividad de su gente, que se traspasa inevitablemente a la comida. Mi
paladar extraña el dulzor de una buena salsa pomarola con la suave textura de
un fetuchini y el contraste con el sabor seco y la textura dura de un rocío de queso
parmesano recién rallado.
Perdonen si al leer esto se les hace agua la boca, a mí
también me pasa.
De todos los exponentes que tenemos en Concepción de esa
deliciosa comida, mi favorita es La Roma. No voy tan seguido porque no me queda
precisamente cerca de mi casa, pero más que eso porque lamentablemente mi
sibaritismo no es del gusto de mi doctora, que me ha prohibido comer queso, lo
cual yo asumo como no-comer-queso-todos-los-días-pero-si-de –vez-en-cuando. En todo
caso, mi nutricionista me advirtió que podía comer pasta mientras no fuera
recalentada, pues ese proceso cambia su composición molecular y la vuelve
nociva para el organismo. Desde ese punto de vista, La Roma es el único lugar
al que puedo ir con tranquilidad.
En primer lugar, su ubicación, retirada del mundanal ruido,
casi escondida por allá donde termina en mundo universitario (Al final de
Edmundo Larenas), en una calle donde les advierto que los vehículos pueden
pasar susto después de cierta hora, es de todas maneras una ventaja para el
comensal. Algo osco por fuera, es una agradable sorpresa por dentro. La Roma
pocas veces está lleno, tiene una capacidad moderada de mesas, lo cual hace que
la atención sea totalmente personalizada y rápida, el ambiente grato y
acogedor, cálido en invierno y fresco en verano.
Atendido por sus dueños, la calidez humana es el fuerte de
este restorán, ¡y eso que no son italianos! (Al menos hablan en chileno). Nunca
tienen demasiada prisa como para no poder conversar un rato de las bondades de
la vida. La atención es excelente. Y ni qué decir de la comida: preparada ahí
mismo, frente a tus ojos, pues la cocina es abierta, nada de pastas lavadas,
recicladas ni recalentadas. Todo fresco y hecho ahí mismo. Las salsas son
deliciosas, las porciones razonables y los platos muy económicos.
De lo que he probado, es todo rico, la lasagna es suave,
cremosa, perfecta. Pero mi favorito son las pizzas. ¡Con harto queso! Las
preparan en masa de piedra, ingredientes caseros y a tu pinta, todo es
flexible. La carta de bebestibles es acotada y sencilla, pero de buena calidad
y también muy económica. Dos personas pueden comer ahí sin remilgos por 10 mil
pesos, o sea, 5 mil cada uno, incluidas las bebidas. Si el presupuesto es
apretado, recomiendo una pizza para dos de las más sencillas, no se
arrepentirán. Al ser tan bien preparada, no requiere de tantos ingredientes
para quedar apetitosa. Si te supera en cantidad, siempre puedes llevarte las
sobras a casa.
En fin, sólo elogios para esta escondida muestra de la
capital de la bella Italia. Solo espero que ahora que ustedes ya la conocen,
¡no se llene demasiado! Claro que siempre está la opción de pedir para llevar.
Interesante ..., lo voy a anotar. Algo me dice que en unos meses màs yo tambièn voy a estar anorando Italia: el "pecorino romano" (tradicional queso de leche de oveja), la "mozzarella di buffala" (una variedad de bufalo de agua), las "fiori di zucca" fritos, las "olivas ascolanas", las alcachofas a la romana (y a la judìa), el "prosciutto", la infinidad de aceitunas, el salame de montana, la variedad de ensaladas, los tomatitos de Pachino, el "parmigiano", las pizzas napolitanas, los zapallos italianos condimentados y marinados en aceite de oliva, los ravioli con ricotta y espinacas, la "parmigiana di melanzane", los "canoli" sicilianos, los "taralli", el "tiramisù", el caffè ... sobre todo el caffè, quien sabe si hasta anonaré el Averna o el limoncello... y quien sabe cuantas cosas màs.
ResponderEliminarSe me hace agua la boca al leerte... si vas, me encantaría leer los comentarios de un entendido en la materia como tu.
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